Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1860-1861 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 3 de mayo de 1861
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 150, 2.625, 2.626
Tema: Prisión del Sr. Ametller

El Sr. SAGASTA: No sé a qué ha venido el citar el final de esa zarzuela, porque el autor del que yo creo atentado, hace tiempo que le tengo buscado, y es el capitán general de Castilla la Nueva.

Dice S.S. que después de haberme oído no tiene conciencia completa de lo que pasó; pues no es porque me ha oído S.S., sino porque S.S. se enfadó más de lo que [2.625] conviene a la autoridad; y cuando las cosas pasan cuando uno está incomodado, no es extrañó que se olvide y no se tenga presente lo ocurrido alrededor.

Dice S.S. que el auditor dio su dictamen diciendo que había lugar a prender al Sr. Ametlter. ¿Quién le mandó dar dictamen al auditor? (El Sr. Presidente del Consejo de ministros: El capitán general.) Eso no es decir nada: pero si el capitán general creía que era necesario prender al Sr. Ametller, ¿cómo le llamó posteriormente a este dictamen, y le preguntó si era o no era suyo el folleto? De otra manera, ¿cómo sin saber el auditor que era autor del folleto el Sr. Ametller, puesto que no lo sabía el capitán general, y la prueba es la pregunta que le dirigía, cómo el auditor daba el dictamen diciendo que había lugar a su prisión? Lo natural, señores, era que después de preguntarle el capitán general si había sido o no el autor del impreso, que diese su dictamen el auditor para su prisión Y si no, ¿para qué se lo preguntaba S.S.? Si se le podía poner preso sin esta declaración con sólo ver el comunicado firmado por el Sr. Ametller, ¿para qué se lo preguntaba S.S.? (El Sr. O'Donnell: Yo en eso me lavo las manos.) Pues es una buena manera de lavarse las manos; eso será muy higiénico, pero no muy justo. ¡Vaya una manera de lavarse las manos mandando al interesado a las prisiones militares! S.S. ha dicho que estaba yo equivocado en la hora de que recibiera la comunicación el Sr. Cano a la una de la madrugada, porque recibió la contestación S.S. a las ocho de la noche. ¿Y esto qué prueba? Si el Sr. Cano, en su contestación al capitán general, decía: "con esta fecha" pudo muy bien mandar S.S. la comunicación a la una, y recibir la contestación S.S. a las ocho de la noche, y sin embargo ser el mismo día, ser la misma fecha; porque des de la una de la mañana principia el día hasta las doce de la noche. Vea S.S. cómo puedo yo también tener razón al decir que el Sr. Cano recibió la orden a la una de la mañana.

Si había cometido desobediencia en la comunicación que pasó al capitán general, yo no me he metido a examinar eso; nada me importa. Si el señor capitán general no se hubiera extralimitado de la ley; y si el señor capitán general no hubiese cometido el atentado de mandar salir a un hombre a las cuarenta y ocho horas de Madrid, la comunicación del Sr. Ametller no hubiera sido tan fuerte.

Por lo demás, espero que S.S. dé algunas explicaciones sobre este punto. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Eso es que S.S. quiere retirar la proposición.) Ya sabe S.S. que yo no me asusto porque tenga muchos o pocos votos; estoy tan orgulloso con mis pocos amigos, como S.S. con su inmensa mayoría.

El Sr. PRESIDENTE: Sr. Diputado, eso no es de la cuestión; sírvase V.S. contraerse a ella.

El Sr. SAGASTA: He sido interrumpido, Sr. Presidente, por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

No voy a buscar votación, no la necesito, no la quiero; además ya conozco, y ya lo he dicho, la inmensa mayoría con que cuenta el Gobierno, y por consiguiente que ha de ser desechada mi proposición. Deseaba que se me diesen explicaciones sobre esta materia; he conseguido hacer constar que se había cometido un acto arbitrario; lo demás me importa poco, porque ya he dicho el otro día que, pocos o muchos, valemos tanto como el Ministerio y la misma mayoría que le apoya (Murmullos) Ya os dije el otro día que si no queréis que valga tanto la minoría, vale más.

(Habla el Sr. Marqués Vega de Armijo.)

El Sr. SAGASTA: Voy a contestar a S.S. leyendo la parte de la defensa que el Sr. Ametller pensaba hacer referente al asunto que desea saber. Yo no hice más que referir sucintamente lo que en ella se dice; pero puesto que el señor marqués de la Vega de Armijo desea saber esos hechos, esta parte de la defensa se los dará a conocer. Dice así:

" Aún hay más. Por sorpresa entraron el día 22 de Enero, de noche, en la casa de una hermana de la esposa de D. Serafín Cano, calle de la Cruz Verde, dos hombres desconocidos, provistos de ganzúas o llaves reservadas, y penetraron en la habitación pretextando ser amigos del esposo cabeza de la familia, que a la sazón se hallaba ausente de Madrid, y de mi cliente, a quien decían que tenían que comunicar noticias de interés. Alarmáronse la señora de la casa y su hija y la sirvienta, únicas personas que la habitaban. Sin la defensa de varón alguno, se Ilenaron de pavor y espanto al encontrarse aquellas mujeres invadida la morada por individuos que no manifestaron quiénes eran, y que debieron parecerles sospechosos por su manera misteriosa de proceder. Preguntados al fin por su nombre, dijo el uno ser el sargento Pachín, quien pretendía que se presentara el Sr. Cano o que se enviase a buscar a su señora, como así se hizo por medio de la criada. Marchándose después aquellos hombres sin darse a conocer, sino como queda explicado, ofrecieron volver dentro de una hora.

A la parte de afuera del edificio había otros grupos de paisanos de la misma traza. Esta inaudita tropelía ocasionó una enfermedad a la sobrina de D. Serafín Cano, y pudo dar lugar a consecuencias más desagradables, si en la casa hubiera habido un hombre que formando mala idea de los invasores, hubiese intentado rechazarlos con alguna arena ofensiva. "

Los que movieron tan extraordinario escándalo, excelentísimo señor, eran de la policía secreta, que piensan algunos no existen en esto tiempos, que allana las casas, que se introduce en ellas, y desaparece sin darse a conocer; que asustan a una familia honrada, y causa los trastornos que acabo de indicar. Y lo que parece inconcebible es que ese atentado, al decir del jefe de aquellos polizontes, se consumaba de orden de la autoridad. Porque, tribunal excelentísimo, dado el caso de que Cano hubiese faltado, como se quería suponer, no por eso era digno de tales tratamientos, que sólo deben usarse con los malhechores y personas infamadas; y porque si allí se hubiese encontrado el capitán retirado señor Cano a quien se buscaba para prenderle, no estando presente ni el alcalde ni el comisario del distrito, ni un ayudante de plaza, ¿quién negaba el derecho de resistir la violencia que se hubiese querido ejercer sobre su persona? Después de pasada la hora volvió a ser invadida la habitación por cinco o seis personas, entre ellas el comisario del distrito, que descubrió quiénes eran los que anteriormente habían estado allí.

No se me oculta la gravedad de los hechos que me veo precisado a denunciar; pero pueden ser probados cuando el tribunal a quien dirijo mi humilde voz lo crea conducente, y por cuya razón no he debido vacilar en mi respetuoso relato. EI Excmo. Sr. Presidente del Consejo sabe que he pedido sean citados varios testigos para justificarlo en caso necesario, quienes regularmente deben estar esperando sus órdenes en la parte exterior de esta sala.

Esto es a lo que yo me referí simplemente en mi discurso.



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